Antaño, alguien de cuyo nombre no quiero acordarme definió España como la reserva espiritual de Occidente. El título se lo habían ganado a sangre y fuego quienes se levantaron en armas contra el gobierno de la Segunda República y, después de una larga y cruenta guerra civil (1936-1939), accedieron al poder. Comandados por el general Franco, aquellos rebeldes tuvieron el respaldo internacional de Hitler y Mussolini, entre otros, además del aliento que le dispensó el Vaticano al bautizar aquella contienda "contra la tiranía de los sin Dios" como una Santa Cruzada necesaria para "salvar la civilización cristiana". Cuarenta largos años de dictadura franquista en España no hicieron más que prolongar la posición privilegiada de la Iglesia Católica en nuestro país, en una obscena mezcla de intereses políticos y religiosos a la que algunos pretenden hacernos volver.
Con la entrada en vigor de nuestra Constitución, en 1978, se da un paso importante hacia la progresiva secularización del país, de tal forma que hoy en día, aunque el 79% de los españoles se consideran católicos, sólo un 11,6% acude a los oficios religiosos alguna vez al mes y un 18,4% acude a misa todos los domingos y festivos. Sin necesidad de escrutar los barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas, la secularización de la sociedad española es evidente, aún más si restringimos la encuesta a la población juvenil (véase información al respecto en El País del pasado 2 de julio). En efecto, según se recoge en el Informe Jóvenes Españoles 2005, realizado por la Fundación Santa María, tan sólo el 10% de los jóvenes se consideran católicos prácticantes, y la mayoría de los jóvenes españoles declaran tener más confianza en las multinacionales y en la OTAN que en la Iglesia Católica. Quién nos iba a decir a los jóvenes que en marzo de 1986 votamos en contra del ingreso de España en la OTAN que, veinte años más tarde, los jóvenes españoles iban a tener más fe en la OTAN que en el Papa.
Estas reflexiones me han venido a la mente al ver en la TV y en las noticias que recoge la prensa el baño de multitudes que se ha dado el Papa Benedicto XVI en Valencia, ciudad donde se ha celebrado el V Encuentro Mundial de las Familias. Definitivamente, la Iglesia Católica ha entrado de lleno en la era mediática. Donde antes había mercaderes que atiborraban los templos, ahora hay merchandising, escenarios de coste multimillonario, orquestas, "promotores" (sic) y packs del peregrino. Simplemente vergonzoso, incluso para quienes asistimos a semejante espectáculo con la incredulidad de quien está viendo un show televisivo más (véase la opinión de quienes no esperaban a Benedicto XVI). La derecha española y sus voceros mediáticos han arremetido contra el Presidente José Luis Rodriguez Zapatero por no acudir a la celebración de la misa. Demasiado cortés ha sido Zapatero y los ministros de su Gobierno ante unos obispos que jalean un conflicto que, por inexistente, es absolutamente innecesario. Incluso buena cara pusieron ante los gritos e insultos de los ¿católicos? que les gritaban frases tan cristianas como las que reproduce El Plural, no sé bien si por haber ganado las elecciones hace dos años o por cumplir las reformas sociales prometidas en su campaña electoral.
Es indudable que España hace ya mucho que ha dejado de ser la "reserva espiritual de Occidente" y que, por razones varias, esa "reserva espiritual" se ha trasladado al otro extremo de Europa, a la patria del antecesor de Benedicto XVI. En efecto, Polonia es ahora un país donde la religión católica y el Estado se confunden de tal manera que es difícil reconocer dónde acaba una cosa y empieza la otra. Y precisamente de origen polaco es el eurodiputado Maciej Marian Giertych, quien, en la sesión del Parlamento Europeo del pasado martes 4 de julio, en la que se áprobó la condena al régimen de Franco (ver noticia en El País y compárese con la que ofrece El Mundo), no dudó en alinearse con los postulados de la ultraderecha española, al calificar la dictadura de Franco como la garantía del "mantenimiento de los valores tradicionales" y justificar el golpe de Estado de Franco y sus generales porque, según Giertych, "la izquierda española se comportaba como los bolcheviques en Rusia, atacando a la Iglesia: 7.00 sacerdotes asesinados, iglesias quemadas, imágenes destruidas. Hubo por tanto una reacción de las fuerzas de la tradición".
Dos días más tarde, y en otro escenario bien distinto, la presidenta del PP vasco, María San Gil, arremetía contra los socialistas vascos y comparaba la foto de Patxi López y Arnaldo Otegi publicadas en los periódicos, con "otras fotos históricas, como la de Hitler y Franco" (ver noticia en El País y El Mundo). Lo que aún no ha explicado esta representante política de la derecha española es quién representaba el papel de Franco y quién el de Hitler en la foto más reciente. Para los lectores más jóvenes y los que anden más flojos en Historia contemporánea de España, les recuerdo que Franco era el que entraba bajo palio en las catedrales y quien levantanba el brazo en alto para saludar al modo fascista unos segundos antes de que lo levantaran los obispos que estaban junto a él. ¿O quizá era Franco quien levantaba el brazo más tarde?
1 comentario:
Por un lado encuentro bueno la secularizacion pero hoy por hoy el pensamento reflexivo está fuertemente cuestionado, hay una enorme discusión sobre si la reflexividad es tan reflexiva cokmo dicen, es por algo qu el catolicismo puede estar bajando sus adeptos pero surgen nuevos principios alternativos de espiritualidad: ahora está de moda tener alguna práctica esotérica o espiritual. Son los mismos paradiggmas racionalistas los que nos señalan su limitancia de alcance, antes no se hablaba tan absolutamente de realidades como consenso más que una realidad ontológica, ahora eso ya se deja como sin discusión, est´´an de moda estas teorías sistemicas, pensamiebto complejo, etc. etc.
saludos
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