Hace unos días se presentó en Las Palmas de Gran Canaria el libro El paraíso según Adán: veinticinco años de caciquismo autonómico, escrito por el periodista Ramón Pérez Almodóvar y el historiador José M. Castellano Gil. La obra recoge una selección de artículos publicados por los autores en distintos diarios canarios, principalmente en CanariasAhora, desde 2002 hasta 2005. Los autores de este libro están siendo objeto de una campaña de acoso por parte de Coalición Canaria-ATI (cuyos dirigentes ostentan la presidencia del Gobierno de Canarias, la presidencia del Cabildo de Tenerife y la alcaldía de Santa Cruz de Tenerife, entre otros cargos). Esta campaña de acoso, y las que ya han sufrido sus autores en el pasado, no tiene precedentes en Canarias desde la instauración de la democracia (ver más información aquí). La primera edición del libro salió a la calle en Tenerife en diciembre de 2005, y ha sido reseñado en numerosos diarios y páginas web (por ejemplo, en Rebelión). Después de haberse vendido la primera edición, se ha lanzado una segunda, que es la que Carlos Sosa, Director de CanariasAhora, presentó hace unos días en el Club Prensa Canaria. Es muy difícil adquirir ejemplares en Las Palmas de Gran Canaria, aunque según parece, la tercera edición del libro (la última ha vuelto a agotarse), será publicada por una editorial que tiene una buena red de distribución en todo el Archipiélago. Eso si Coalición Canaria-ATI no lo impide. Ya se verá.
Recomiendo la lectura del libro a todos los que quieran estar informados de la degradación de la cosa pública en Canarias en los últimos quince años de gobierno de Coalición Canaria. Y para los que ya conozcan el tema no está de más disponer de una obra bien escrita en la que, una tras otra, se dan cuenta de todas las tropelías y excesos cometidos por unos personajes que, dentro de unos años, formarán parte de una de las páginas más negras de la Historia de Canarias. Leyendo el libro me vienen a la mente las cosas que mi tocayo Suetonio contaba de algunos de los primeros emperadores de Roma. Lo que pasa es que ni Adán Martín, Ricardo Melchior y la caterva de ilustres políticos de CC, son césares (aunque por estas lares sí que tenemos algunas que ejercen de mujer del César), ni estas tierras ¿paradisíacas? son la antigua Roma. Este viernes 30 de julio, a las 12:00 h., está convocada una concentración por la Libertad de Expresión en Santa Cruz de Tenerife, delante de la sede de la Presidencia del Gobierno de Canarias (leer información en CanariasDigital). Es terrible que, más de treinta años después de la dictadura de Franco, los canarios tengamos que salir a la calle para defender algo que se reconquistó hace décadas, mal que le pese a algunos políticos. Desde aquí hago pública mi adhesión a esta convocatoria, porque creo que en un Estado democrático este tipo de cosas son inadmisibles y no podemos quedarnos impasibles ante este tipo de persecuciones inquisitoriales. Recordemos los versos que se suelen adjudicar a Bertolt Brecht: ... Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada.
Hoy hace setenta años España se levantaba con las noticias que llegaban de Marruecos, en las que se daba cuenta de un levantamiento militar contra el gobierno de la República. Aquel levantamiento no fue uno más, sino el definitivo que inició una de las guerras más cruentas que hemos sufrido los españoles. Siguiendo la tradición impuesta desde los tiempos de Julio César aquella guerra se ha denominado civil, cuando en realidad ha sido una de las más inciviles que han asolado nuestro país (el conocido cuadro de Max Ernst simboliza bien aquel horror). El aniversario, como es lógico, no ha pillado desprevenidos a los medios informativos. En el blog de Martínez Soler, este periodista aprovecha la ocasión para seguir ofreciendo las diferentes percepciones de la noticia en los dos periódicos más leídos en España (dejando aparte la prensa deportiva, por supuesto). El Mundo, ofrece un monográfico en el que subyace su peculiar valoración de aquel conflicto, en su afán por seguir defendiendo la idea de que las dos Españas siguen existiendo, como si con ello pretendiera atemorizar a unos y animar a otros a Dios sabe qué. La campaña ya la iniciaron en septiembre del año pasado, con la publicación de una pésima colección titulada La Guerra Civil española mes a mes, en la que se ha ofrecido un buen escaparate para exhibir las teorías de Vidal, Moa y demás revisionistas beligerantes.
El País, en cambio ofrece una visión más rigurosa de los hechos históricos, aunque su Editorial de hoy le duela a algunos. Especialmente recomendables los artículos firmados por Paul Preston, Julián Casanova, o Santos Juliá, entre otros autores. Pero también el artículo de opinión firmado por Jordi Gracia, profesor de Literatura Española de la Universidad de Barcelona, cuyas publicaciones (entre ellas su reciente ensayo premiado en 2004 por Anagrama), han levantado las iras de mentes tan lucidas como la del citado Pío Moa, que publica en ese baluarte digital de la derecha española que se ha apropiado para sí la palabra Libertad que, realmente, nunca le ha pertenecido, ni siquiera como botín de guerra. Precisamente por defender esa libertad murieron miles de españoles y varios cientos de brigadistas internacionales, por cuya buena memoria viene luchando la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica. Después de setenta años ya va siendo hora de que quienes cayeron defendiendo la legalidad constitucional (no la de ahora, que tanto parece preocupar al PP, sino la de 1936), y las víctimas de la represión franquista, tengan el reconocimiento oficial que merecen.
Antaño, alguien de cuyo nombre no quiero acordarme definió España como la reserva espiritual de Occidente. El título se lo habían ganado a sangre y fuego quienes se levantaron en armas contra el gobierno de la Segunda República y, después de una larga y cruenta guerra civil (1936-1939), accedieron al poder. Comandados por el general Franco, aquellos rebeldes tuvieron el respaldo internacional de Hitler y Mussolini, entre otros, además del aliento que le dispensó el Vaticano al bautizar aquella contienda "contra la tiranía de los sin Dios" como una Santa Cruzada necesaria para "salvar la civilización cristiana". Cuarenta largos años de dictadura franquista en España no hicieron más que prolongar la posición privilegiada de la Iglesia Católica en nuestro país, en una obscena mezcla de intereses políticos y religiosos a la que algunos pretenden hacernos volver. Con la entrada en vigor de nuestra Constitución, en 1978, se da un paso importante hacia la progresiva secularización del país, de tal forma que hoy en día, aunque el 79% de los españoles se consideran católicos, sólo un 11,6% acude a los oficios religiosos alguna vez al mes y un 18,4% acude a misa todos los domingos y festivos. Sin necesidad de escrutar los barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas, la secularización de la sociedad española es evidente, aún más si restringimos la encuesta a la población juvenil (véase información al respecto en El País del pasado 2 de julio). En efecto, según se recoge en el Informe Jóvenes Españoles 2005, realizado por la Fundación Santa María, tan sólo el 10% de los jóvenes se consideran católicos prácticantes, y la mayoría de los jóvenes españoles declaran tener más confianza en las multinacionales y en la OTAN que en la Iglesia Católica. Quién nos iba a decir a los jóvenes que en marzo de 1986 votamos en contra del ingreso de España en la OTAN que, veinte años más tarde, los jóvenes españoles iban a tener más fe en la OTAN que en el Papa.
Estas reflexiones me han venido a la mente al ver en la TV y en las noticias que recoge la prensa el baño de multitudes que se ha dado el Papa Benedicto XVI en Valencia, ciudad donde se ha celebrado el V Encuentro Mundial de las Familias. Definitivamente, la Iglesia Católica ha entrado de lleno en la era mediática. Donde antes había mercaderes que atiborraban los templos, ahora hay merchandising, escenarios de coste multimillonario, orquestas, "promotores" (sic) y packs del peregrino. Simplemente vergonzoso, incluso para quienes asistimos a semejante espectáculo con la incredulidad de quien está viendo un show televisivo más (véase la opinión de quienes no esperaban a Benedicto XVI). La derecha española y sus voceros mediáticos han arremetido contra el Presidente José Luis Rodriguez Zapatero por no acudir a la celebración de la misa. Demasiado cortés ha sido Zapatero y los ministros de su Gobierno ante unos obispos que jalean un conflicto que, por inexistente, es absolutamente innecesario. Incluso buena cara pusieron ante los gritos e insultos de los ¿católicos? que les gritaban frases tan cristianas como las que reproduce El Plural, no sé bien si por haber ganado las elecciones hace dos años o por cumplir las reformas sociales prometidas en su campaña electoral.
Es indudable que España hace ya mucho que ha dejado de ser la "reserva espiritual de Occidente" y que, por razones varias, esa "reserva espiritual" se ha trasladado al otro extremo de Europa, a la patria del antecesor de Benedicto XVI. En efecto, Polonia es ahora un país donde la religión católica y el Estado se confunden de tal manera que es difícil reconocer dónde acaba una cosa y empieza la otra. Y precisamente de origen polaco es el eurodiputado Maciej Marian Giertych, quien, en la sesión del Parlamento Europeo del pasado martes 4 de julio, en la que se áprobó la condena al régimen de Franco (ver noticia en El País y compárese con la que ofrece El Mundo), no dudó en alinearse con los postulados de la ultraderecha española, al calificar la dictadura de Franco como la garantía del "mantenimiento de los valores tradicionales" y justificar el golpe de Estado de Franco y sus generales porque, según Giertych, "la izquierda española se comportaba como los bolcheviques en Rusia, atacando a la Iglesia: 7.00 sacerdotes asesinados, iglesias quemadas, imágenes destruidas. Hubo por tanto una reacción de las fuerzas de la tradición". Dos días más tarde, y en otro escenario bien distinto, la presidenta del PP vasco, María San Gil, arremetía contra los socialistas vascos y comparaba la foto de Patxi López y Arnaldo Otegi publicadas en los periódicos, con "otras fotos históricas, como la de Hitler y Franco" (ver noticia en El País y El Mundo). Lo que aún no ha explicado esta representante política de la derecha española es quién representaba el papel de Franco y quién el de Hitler en la foto más reciente. Para los lectores más jóvenes y los que anden más flojos en Historia contemporánea de España, les recuerdo que Franco era el que entraba bajo palio en las catedrales y quien levantanba el brazo en alto para saludar al modo fascista unos segundos antes de que lo levantaran los obispos que estaban junto a él. ¿O quizá era Franco quien levantaba el brazo más tarde?