domingo, mayo 04, 2014

Jubilatio non petita...

En los próximos cinco años, un tercio del profesorado de mi Departamento tendrá más de sesenta y cinco años. Muchos podrían haberse jubilado hace años, otros estarían en condiciones óptimas de hacerlo, pero parece que nadie está por la labor de dejar paso al relevo generacional. La única salida que les queda a los jóvenes doctores que hemos formado en los ultimos años y que poseen unos magníficos currículos es irse al extranjero. La consigna de muchos de mis colegas sexagenarios es resistir hasta los setenta y no perder dinero con la jubilación. Además, en mi Departamento, la mayoría de estos profesores están por debajo del 50% de su capacidad, ya que en el pasado se sobrecontrató profesorado por razones coyunturales y, a día de hoy, con los nuevos planes de estudio, la plantilla está sobredimensionada. Esto explica que los/as compañeros/as que no son funcionarios prefieran cargarse con el máximo de docencia, para así asegurarse la renovación de sus contratos. Ni uno sólo de mis compañeros contratados rechista, al menos públicamente, y todos tan contentos. Sobre todo los sexagenarios, que están viviendo los mejores años de su vida laboral, salvo alguna honrosa excepción de algún compañero que sigue trabajando como si tuviera cuarenta años.
Además, las medidas del Partido Popular para evitar la contratación de nuevos profesores, con la famosa "tasa de reposición" del 10% no hace sino empeorar las cosas, ya que en muchos casos no se puede contratar a nuevos docentes que sustituyan a los que se puedan acoger a la jubilación, o deban abandonar la Universidad, una vez cumplidos los setenta años. Hoy se publica en la prensa que la Universidad de Salamanca, por ejemplo, ha perdido 300 profesores en un lustro y este año sólo podrá contratar cuatro profesores. Así las cosas, el paisaje de nuestras universidades en los próximos años va ser desolador, con un profesorado cada vez más envejecido y decenas de sexagenarios que van a seguir en activo hasta los setenta años, en unos casos porque no quieran marcharse, como sucede en mi Departamento, y en otros casos porque dejarían literalmente a sus alumnos sin profesor.
Quienes piensen que esto se va arreglar pronto, en cuanto las universidades públicas puedan volver a contratar profesorado, están muy equivocados. La estrategia del Partido Popular es adelgazar las plantillas de docentes e investigadores del sistema público de enseñanza superior. Y esto lo van a lograr cuando publiquen en el BOE los decretos que establezcan una cifra mínima de estudiantes para que los grados y posgrados puedan seguir ofertándose. Algunas Comunidades Autónomas, como Cataluña, donde también gobierna la derecha, han empezado a hacerlo motu proprio. El curso próximo uno de los grados con más prestigio de la Universidad de Barcelona, el de Filología Románica, va a desaparecer. Y detrás de él irán decenas de titulaciones.
En Canarias estas medidas no se han puesto en marcha porque, por suerte para las universidades, el Partido Popular no gobierna, ni parece que vaya a hacerlo en los próximos años. Pero si la regulación parte desde el Ministerio, no tendremos escapatoria. Sólo en mi Facultad esta regulación podría suponer que no se ofertaría ninguno de los dos másteres que el curso próximo empiezan a impartirse, más el interuniversitario de Arqueología con La Laguna, que va por su segunda edición, con una media de menos de diez alumnos por curso académico. Esto significaría que nuestros estudiantes se quedarían sin la opción de completar su formación con un posgrado que mejore su especialización. Y en términos de plantilla significaría que sobraría cerca del 50% del profesorado actual de mi Facultad. Dicho de otro modo, nuestro relevo generacional tendrá que irse a trabajar a la universidad privada o tendrá que emigrar, porque no se convocarán nuevas plazas. Ellos jamás tendrán la opción de entrar en la Universidad, como pudimos hacer los que ahora somos profesores. Y los profesores que aún nos quedan unos años para jubilarnos, viviremos peor que nuestros actuales colegas sexagenarios, simplemente porque la pirámide habrá dejado de crecer en la base.

domingo, enero 12, 2014

Twitter y los universitarios

El pasado jueves 9 de enero, una estudiante de Trabajo Social de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria escribió un tweet en el que se lamentaba de tener que "poner mierdas" de un tal Torres Mora para aprobar su examen de una asignatura. Unas horas más tarde, el autor aludido le respondió a través de Twitter lamentando que tuviera que estudiar su trabajo y que cuando lo escribió ¡hace treinta años! nunca imaginó que pudiera ser materia de examen. El intercambio de tweets entre la alumna (@AuroraAcosta94) y el profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid (@JATorresMora) ha terminado siendo objeto de atención por la agencia Press un día más tarde y ayer sábado 11 de enero la noticia ha salido publicada en varios periódicos provinciales (incluido el diario local La Provincia) y algún medio nacional (como el Huffington Post).
Para entender mejor la trascendencia de esta noticia, más digna de ser publicada en El Mundo Today que en cualquier periódico medianamente serio, hay que conocer mejor quiénes son sus protagonistas. El perfil de la citada alumna en Twitter no cuenta ni con 200 seguidores, por lo que cabe deducir que quien le ha dado trascendencia al asunto ha sido el propio Torres Mora, cuyo perfil en Twitter supera los 4000 seguidores. ¿Y quién es José Andres Torres Mora? Pues además de un profesor titular de la UCM, es diputado del PSOE por Málaga, como bien dice su blog personal, centrado más en su actividad política que en su actividad como profesor universitario.
¿Y como es posible que el citado sociólogo supiera que una alumna de una remota universidad se había referido a un artículo suyo escrito hace tanto tiempo? Pues me imagino que por casualidad o porque quizá tiene activado un seguimiento de lo que se dice de él en la red. Dicho de otra manera, el aludido se enteró de la anecdótica referencia a su persona, gracias a que existen herramientas que permiten auscultar las redes sociales, informando al interesado qué se dice de él por ahí. La mayoría de los usuarios de Twitter y de otras redes sociales ignoran la existencia de estas herramientas, pero para alguien que tiene una trayectoria política, no debe ser una banalidad conocer qué se dice de él en las redes sociales. Es lo mismo que hacen las empresas con sus marcas comerciales.
Lo que no deja de sorprenderme de todo esto es a quién le puede interesar que el susodicho Torres Mora haya respondido a la alumna anónima. Creo que hay varias respuestas posibles al eco que ha sucitado el intercambio de tweets. Quizá a los periodistas les ha sorprendido que un profesor  haya respondido a una alumna de una universidad diferente de la suya. O mejor aún, quizá lo sorprendente es que ese profesor, además, sea diputado. Me imagino que la más sorprendida habrá sido la propia alumna, que habrá visto con cierta incredulidad cómo se ha convertido en noticia en más de una docena de periódicos lo que no era más que un tweet banal. A decir verdad, lo que más me interesa de esta historia no es la banalidad de los mensajes, sino la vanidad de algunos usuarios de Twitter. Pero vanidad de la buena, de la que no hace daño a nadie.