Después de más de tres años de trabajo intenso, en los que los días parecían no tener veinticuatro horas, desde este lunes experimento la grata sensación de haber recuperado el control de mi vida. Hace unos días se ha materializado mi salida del equipo de José Regidor, Rector de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria desde abril de 2007. Fue hace más de tres años, a finales de 2006 , cuando empecé a trabajar con él la preparación de su candidatura, en colaboración con otros compañeros de la Universidad (profesores, PAS y estudiantes). En la primavera de 2007 vino la precampaña y una reñida campaña electoral que se materializó con el acceso de Regidor al Rectorado. Desde entonces el ritmo de trabajo ha sido frenético, con breves espacios de tranquilidad que me permitían hacer otras cosas, pero reconozco que no eran suficientes para poder simultanear eso que llaman "la gestión" con las clases (que nunca dejé de impartir en la Facultad) y la investigación. Después de haber estado reflexionando este pasado verano, no fue hasta después de las vacaciones cuando comencé a planificar mi salida del equipo.
Los que me conocen saben que no ha sido una decisión fácil de adoptar, no solo por el compromiso adquirido, sino por el hecho de que dejo atrás muy buenos momentos vividos con un gran equipo de personas. Pero cuando se ponen en la balanza las cosas, siempre he defendido que hay que ser consecuente y decidirse por las cosas que pesan más. Me llevo conmigo la experiencia de haber conocido la Universidad desde una perspectiva que hasta entonces no conocía, así como haber trabajado con un buen número de compañeros y compañeras que, hasta entonces, eran sólo nombres y con los que, después de haber trabajado en innumerables proyectos, he trabado una buena amistad, que sin duda, perdurará. A partir de ahora retomo mi actividad investigadora y los colegas de la Universidad del País Vasco, con los que trabajo en un proyecto de investigación del Ministerio, han preparado una intensa actividad de campo por tierras gallegas. No quieren que caiga en eso que llaman la depresión del día después y dentro de una semana estaremos pateando las provincias de Lugo y Orense, estudiando inscripciones romanas. Algunas están depositadas en el Museo Provincial de Lugo. Cuando vuelva a mirar este reloj de sol, hecho en pizarra en el siglo XIX, que se expone en su lapidario y que fotografié en el verano de 2006, quizá repare en que los días vuelven a tener veinticuatro horas.
Los que me conocen saben que no ha sido una decisión fácil de adoptar, no solo por el compromiso adquirido, sino por el hecho de que dejo atrás muy buenos momentos vividos con un gran equipo de personas. Pero cuando se ponen en la balanza las cosas, siempre he defendido que hay que ser consecuente y decidirse por las cosas que pesan más. Me llevo conmigo la experiencia de haber conocido la Universidad desde una perspectiva que hasta entonces no conocía, así como haber trabajado con un buen número de compañeros y compañeras que, hasta entonces, eran sólo nombres y con los que, después de haber trabajado en innumerables proyectos, he trabado una buena amistad, que sin duda, perdurará. A partir de ahora retomo mi actividad investigadora y los colegas de la Universidad del País Vasco, con los que trabajo en un proyecto de investigación del Ministerio, han preparado una intensa actividad de campo por tierras gallegas. No quieren que caiga en eso que llaman la depresión del día después y dentro de una semana estaremos pateando las provincias de Lugo y Orense, estudiando inscripciones romanas. Algunas están depositadas en el Museo Provincial de Lugo. Cuando vuelva a mirar este reloj de sol, hecho en pizarra en el siglo XIX, que se expone en su lapidario y que fotografié en el verano de 2006, quizá repare en que los días vuelven a tener veinticuatro horas.
1 comentario:
Salve, amice:
Tempus fugit, sicut nubes, quasi naves, velut umbra.
Así que...carpe diem, je je.
Me alegro de tu retorno a tiempo completo.
Un abrazo.
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