domingo, mayo 14, 2006

Ser o no ser buen docente. ¿Es ésa la cuestión?

La celebración del IV Curso de Historia de la cultura escrita en la Casa-Museo León y Castillo no me ha dejado tiempo para volcar algunas reflexiones en esto que yo llamo mis scripturae publicae. Ahora que ya ha pasado el compromiso anual, aprovecho un hueco para reflexionar a propósito de un libro que compré hace unos meses, después de verlo anunciado en las páginas del suplemento Babelia. Se trata de un libro de Kenneth R. Bain, fundador y director del Center for Teaching Excellence de la Universidad de Nueva York, publicado en 2004 por Harvard University Press y traducido al español por una de las mejores editoriales universitarias de nuestro país. Bajo el sugerente título Lo que hacen los mejores profesores universitarios, Ken Bain va desgranando las experiencias docentes de aquellos profesores que el autor ha tenido ocasión de conocer a lo largo de varias décadas. Como suele suceder con este tipo de obras, el libro se lee de un tirón y debo reconocer que en cierta medida "engancha" al lector, hasta tal punto que llega a creer en la ejemplaridad del modelo docente en las universidades estadounidenses. Por suerte, sólo unas horas en las aulas de nuestras universidades, sirven de bálsamo para devolver al lector a la realidad de nuestro sistema universitarios (ese que dicen que cambiará a partir de 2010).
El lunes pasado, el rector de la Universidad Complutense de Madrid, publicaba un artículo de opinión titulado Elogio de la docencia universitaria. Confieso mi satisfacción al comprobar cómo Carlos Berzosa había leído también el libro, y, sobre todo, cómo sus comentarios concidían con algunas de las glosas que yo había ido anotando en los márgenes de mi ejemplar. Sin duda, buena parte de las reflexiones que uno se hace al leer este libro es cuán nefasta ha sido la consideración de la labor docente en la universidad española, en comparación con el papel que se ha venido concediendo en las últimas décadas a la investigación. Sin duda, mucho han de cambiar las cosas si las autoridades políticas y universitarias pretenden que el profesorado universitario se implique en el nuevo modelo de enseñanza que parece avecinarse con la llegada de la convergencia europea.
Comentaba hace unas semanas mis preocupaciones acerca de las incertidumbres del EEES, y francamente, no sólo no he cambiado de opinión, sino que la información que me va llegando (por ejemplo, esta misma semana en unas jornadas convocadas por la ULPGC, en las que intervino el experto Mario de Miguel Díaz), me hacen ser pesimista sobre las consecuencias de semejantes cambios. Mientras algunos profesores de otras universidades esgrimen las incongruencias entre las prácticas que expone Ken Bain en su libro y las que se desarrollan en la universidad que ha traducido al español (y valencià) la obra, me comenta una colega que en su universidad los alumnos ya empiezan a mostrar su preocupación por los cambios que se avecinan. Me cuenta que una de las banderas del nuevo proceso como es el concepto del ECTS (European Transfer Credit System), es traducido por los estudiantes como Estudia Cabrón Tú Solo. Sin duda, algunos de ellos ya empiezan a temer en qué puede consistir el tan cacareado "cambio de paradigma del proceso de enseñanza-aprendizaje".

6 comentarios:

Pato dijo...

Quizás sea por culpa e los medios de comunicación, o por mi propia ignrancia respecto al tema, pero e Chile la mayoría piensa que la educación universitaria en España es de lujo.
Tendrías la amabilidad de responderme solo aspectos geneales sobre la situación de la educación superiro española, muchas gracias
saludos

Anónimo dijo...

Recomiendo este artículo de Julio Carabaña, catedrático de Sociología de la Educación en la UCM, que a mi me ha hecho pensar sobre la reforma de Bolonia y lo que se está haciendo en España en su nombre. Entre otras cosas, empezar la casa por el tejado y poner todo un sistema de postgrados y master sin tener diseñados los grados previos, acabar con los estudios de doctorado, no saber cuánto va a costar el postgrado (lo más probable es que su precio equivalga a su coste y entonces a ver quién puede pagarlo) y muchas cosas más.
Sabíamos que la universidad española necesitaba cambios, pero no eran éstos, no hechos de este modo.

Anónimo dijo...

Sobre el libro que citas, es interesante lo escrito por el profesor Carlos Ivorra ( http://www.uv.es/ivorra/documentos/losmejores.html) de la Universidad de Valencia pues va en la línea de tu comentario.

Manuel Ramírez Sánchez dijo...

Es de agradecer que en Hispanoamérica, y en particular en Chile, tengan tan buena opinión del nivel de la enseñanza universitaria en España. Lo que pasa es que, los que trabajamos en las universidades españoles conocemos bien cuáles son sus defectos (y, por descontado, sus virtudes, que también las tienen).
El problema ahora mismo está en que las universidades españolas deben mejorar con respcto a la situación que presentan las universidades de su entorno, particularmente las europeas. Los problemas son muchos y entre ellos se encuentra la nefasta política universitaria, de la que la última Ley Orgánica de Universidades es buen ejemplo. Pero también es un problema de financiación, cómo muestran las estadísticas de la OCDE del pasado año, en las que España está muy por debajo de la media en el gasto anual por estudiante universitario.

Anónimo dijo...

Gracias, anónimo que ha recomendado el artículo de Ivorra. Me ha gustado mucho. La mayoría de mis alumnos dicen que le exijo mucho en comparación con otras asignaturas. Los buenos alumnos, los de sobresalientes en casi todas las materias, me dan las gracias a final del curso por haberles hecho trabajar y aprender. ¿Para quien trabajo? ¿Para las encuestas de los complementos o para quienes tienen ganas de aprender? Grave dilema, sí señor. Me gustaría que alguien dijera algo al respecto.
Y quiero felicitar a Manolo/Suetonio por este oportuno post en su magnífico blog. La pena es que no se prodigue un poco más... ;-)

Anónimo dijo...

Sucede Teresa, que las universidades han ido perdiendo parte de su identidad con el pretexto de esta pseudociencia que está detrás de las evaluaciones. Ahora se valoran más las formas que el fondo. Se beneficia el gregarismo en lugar del espíritu crítico y muchos profesores se enmascaran detrás de un supuesto bajo nivel de sus alumnos para seguir impartiendo unas clases carentes de sentido, arrastrando así a una gran mayoría del alumnado hacia la apatía y el desinterés.