sábado, abril 29, 2006

Cuando el aire corre en la torre de marfil

Es conocido el tópico de que los universitarios consideramos nuestras universidades como una torre de marfil, en la que nos sumergimos en nuestra actividad diaria, aislándonos de la sociedad. Aunque esta metáfora es cierta en parte, sobre todo en lo que se refiere al hecho de que muchas universidades viven de espaldas a la sociedad que las mantiene vivas, quienes trabajamos en las universidades sabemos que nuestras instituciones no son más que un reflejo de nuestra sociedad. Más aún, habida cuenta del interés de la clase política por hacer de las universidades una extensión de su poder, éstas corren el grave riesgo de verse navegando en aguas en las que pueden zozobrar, sobre todo si son timoneadas por personas que se mueven por intereses bien distintos a los que se supone que debieran impulsarles.
Viene esto a cuento de la noticia publicada en el diario El País el pasado jueves, dos páginas enteras dedicadas a poner sobre la mesa los encandalosos manejos del que fuera gerente de la Universidad Complutense durante el mandato del rector Rafael Puyol (1995-2003). A quienes no estén bien informados de los precedentes informativos de la noticia, que en su momento fueron divulgados por la cadena SER y otros medios, recomiendo que lean la versión íntegra de la noticia (disponible aquí y aquí). Es una lástima que una institución del prestigio de la Universidad Complutense (sin lugar a dudas, una de las mejores universidades españolas), vea arrastrado su nombre por las actividades de aquellos que utilizan estas instituciones como sucursales del poder político de turno o como trampolines hacia su carrera política. Anoto aquí para quienes no lo sepan, que el tal Dionisio Ramos fue aupado a la vicegerencia de la UCM por el rector Gustavo Villapalos (1988-1995), quien, por cierto, saltó del cargo de rector al de consejero de Educación de la Comunidad de Madrid, de la mano del Partido Popular.
No está de más recordar que este escándalo, cuyas consecuencias políticas (y penales) están aún por ver, no se habría producido si no llega a ser porque el catedrático Carlos Berzosa logró ganar en unas reñidas elecciones a Teodoro González Ballesteros. El primero, arropado por los sectores más progresistas del profesorado, el PAS y los estudiantes, era la alternativa al continuismo que personificaba González Ballesteros. Detrás de este último, que se autoidentificaba como “de centro, independiente y liberal”, estaban quienes habían apoyado a los rectores Villapalos y Puyol, y miraban con recelo cualquier atisbo de cambio en la UCM. Como señalaba el diario El País unas semanas antes del inicio de aquellos comicios, que, por cierto, se desarrollaron casi a la par que las elecciones municipales y autonómicas de 2003, era vox populi que el candidato González Ballesteros estaba apoyado “por el actual gerente general, Dionisio Ramos, del que se comenta que en los últimos tiempos había ganado poder en detrimento del propio rector Puyol y quien controla los colegios mayores y una parte del PAS”. Cuán distinta habría sido la historia si Carlos Berzosa, arropado por los votantes de izquierda de la Universidad Complutense, deseosos de que corrieran aires nuevos en su institución, no llega a vencer aquellas elecciones de mayo de 2003. Y cuán distinta habría sido, igualmente, de no haber perdido el PP las elecciones generales del 14-M, un año más tarde.

lunes, abril 24, 2006

A propósito del Día Internacional del libro

Hace algunos años se vaticinaba el final de la cultura escrita por el incesante avance de la cultura audiovisual. Y los defensores de aquellas ideas se convirtieron en apocalípticos agoreros cuando, a comienzos de los noventa, el avance de las nuevas tecnologías les hacía temer por la pervivencia del libro ante el imparable avance de Internet. Aunque creo que estamos en una fase de despegue y que aún es muy pronto para sacar conclusiones, a situación actual no parece tan grave como nos la pintaban. El avance de Internet y el incremento exponencial de las publicaciones electrónicas no sólo no ha acabado con la lectura, ni siquiera con la forma de acceder a lo escrito.
Si acaso, se puede hablar de que el problema no es la cantidad, sino la calidad de lo que leemos (o escribimos). Pero en términos absolutos, como señalaba en El País del domingo el cineasta catalán Manuel Huerga, quienes tenemos acceso a la información escrita, podemos leer ahora muchísimo mas que antes, ...y en ocasiones incluso libros. ¿Dónde puede estar entonces el problema?. Creo que en la formación de nuevos lectores. Aprender a leer no es fácil (cosa que compruebo a diario cuando veo los primeros pasos de mi hija Sofía), pero inculcar el hábito de las buenas lecturas es aún más difícil. Para ello hace falta un entorno que te motive a acercarte a los libros y, sobre todo, la sabia mano de ese familiar, amigo o profesor que te va guiando hasta que tienes el criterio de decidir tu mismo qué quieres leer y qué no.

Es muy importante la actividad que se desarrolla en las escuelas e institutos, pero no menos importante el apoyo en las propias familias, aunque éste último no sea, al fin y al cabo, determinante en los hábitos de la lectura. Debemos recibir con alegría cualquier iniciativa que se emprenda desde las instituciones públicas por animar a la lectura a quienes no leen (véase aquí la iniciativa madrileña que comentaba Víctor Macías en su blog). Mientras tanto, los que disfrutamos comprando y leyendo libros (aunque en ocasiones el trabajo no nos permita dedicar a lo segundo todo el tiempo que quisiéramos), creemos que no estaría de más que desde el Gobierno se impulsara la bajada del IVA al mínimo imprescindible. Porque no deja de ser paradójico que los mismos que se quejan de la falta de lectores sean quienes se han hecho ricos editando y/o vendiendo a unos los libros escritos por otros.

martes, abril 18, 2006

República y memoria histórica


Hace unos años, cuando visité el Museo Arqueológico de Córdoba, caí en la cuenta de que en uno de sus patios, entre las inscripciones allí conservadas, se encontraba esta placa de mármol que reproduzco aquí. En su momento debió ser colocada en alguna plaza principal de la capital cordobesa, como sucediera en otras capitales, ciudades y pueblos del país, después de la proclamación de la Segunda República Española, cuyo 75 aniversario hemos celebrado el pasado 14 de abril. En la placa destaca, además de la inscripción ejecutada con esmero, una alegoría de la República que, a diferencia de otros ejemplos que conocemos, muestra su pecho desnudo. Los golpes del relieve parecen indicar que, antes de ser retirada de su ubicación original, la placa debió sufrir las iras de aquellos que lucharon por hacer sucumbir las instituciones republicanas, algo que sólo lograron en abril de 1939, después de arrastar al país por una cruenta Guerra Civil.
Ignoro cómo se ha conservado este relieve, al igual que también desconozco la suerte que corrieron otros monumentos que, como éste, fueron erigidos por un pueblo que se sentía orgulloso de testimoniar su ilusión ante un porvenir de democracia y de modernidad para todos los españoles. Lo que sí que puedo asegurar es que, después de los cuarenta largos años de la dictadura franquista que se instauró en España al finalizar la guerra fraticida que los vencedores bautizaron como Cruzada Nacional, la única memoria histórica que aún sobresale en las calles de muchas ciudades y pueblos españoles es la de quienes vencieron aquella guerra, después de alzarse en armas en contra del orden constitucional.
Esta semana pasada, mientras recorría las calles de Santa Cruz de Tenerife y contemplaba qué bien ha quedado la restauración del monumento erigido, a finales de los años sesenta, para glorificar la victoria militar del dictador Francisco Franco (restauración que, dicho sea de paso, ha sido costeada por el Ayuntamiento que preside el nacionalista Miguel Zerolo), pensaba cuán necesario es defender la memoria de los hombres y mujeres que se esforzaron por construir una España mejor en los pocos años de vida que tuvo la II República Española (como propone el colectivo Memoria del Futuro). Sigo albergando la esperanza de que, algún día, que espero esté más próximo que lejano, los monumentos erigidos por los republicanos gocen de la misma consideración que los monumentos franquistas que aún perviven en nuestro país, o que, en su defecto, éstos últimos pasen a acompañar las escasas muestras que se conservan del período republicano, en los patios de nuestros Museos.

domingo, abril 02, 2006

Suspenso en accesibilidad

Desde hace unos años la accesibilidad de las páginas web es un asunto que preocupa mucho a las autoridades públicas, a las organizaciones que defienden los derechos de personas con discapacidad y, en menor medida, a los diseñadores y gestores de páginas web. A partir de la entrada en vigor de la Ley de Servicios de la Sociedad de la Información y el Comercio Electrónico, las administraciones públicas españolas deben adaptar sus páginas web a unos estándares de accesibilidad internacionalmente aceptados. A día de hoy son muchos los organismos que lo han hecho, pero particularmente preocupante es la situación en las universidades españolas. Un reciente informe, titulado Accesibilidad de portales web universitarios (Febrero 2006), realizado por el Observatorio de Infoaccesibilidad de Discapnet, demuestra no sólo "la ausencia de evolución en la accesibilidad de los portales universitarios en España", en relación con la situación que éstos presentaban en 2004 (ver informe aquí), sino que, lo que es aún más grave, algunos portales han obtenido en este informe peores resultados que hace un año y medio. El propio estudio, en su introducción, resalta el caso paradigmático de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, cuya página web presenta un 0% en el éxito de cumplimiento de los criterios analizados.
La noticia, como es lógico, ha tenido su repercusión mediática en algunos periódicos como CanariasAhora.com, que han particularizado las conclusiones en la penosa calificación obtenida por el portal de la ULPGC (aunque me temo que si otras universidades se presentaran voluntariamente a dicho estudio no saldrían mejor paradas). Lo que no dicen los medios, ni tan siquiera el citado informe del organismo perteneciente a la Fundación ONCE, es que, además de que las universidadees están obligadas a hacer accesibles sus contenidos web a partir del pasado 1 de enero, también deberían hacerlo porque así lo recoge el artículo 46 (apartado b) de la Ley Orgánica de Universidades, cuando al referirse a los derechos y deberes de los estudiantes establece "La igualdad de oportunidades y la no-discriminación, por circunstancias personales o sociales, incluida la discapacidad, en el acceso a la Universidad, ingreso en los centros, permanencia en la Universidad y ejercicios de sus derechos académicos". Es aquí, precisamente, donde la lamentable inaccesibilidad de las páginas web universitarias es aún más sangrante, sobre todo en el contexto actual, en el que las TIC tienen un peso cada vez mayor en los procesos de enseñanza-aprendizaje.
No creo que la escasa adaptación de las páginas web universitarias a los criterios de accesibilidad se deba a la falta de capacidad de las instituciones universitarias para hacerlo, ni siquiera a los posibles costes económicos. Se trata, creo yo, de una simple cuestión de cambio de mentalidad. Hace poco leía en el blog personal de un colega de mi universidad, que en la actualidad dirige la política informática de la misma, unos comentarios que creo que ayudan a entender mejor a qué me refiero cuando hablo del necesario cambio de mentalidad. Por suerte hay especialistas en el tema que tienen una mentalidad mucho más abierta y enfocan el problema desde una perspectiva, no sólo más comprometida con estos colectivos, sino sobre todo, desde el estricto cumplimiento de la legalidad vigente. Citando a los autores de un reciente libro titulado Programa para la mejora de la docencia universitaria: "En la medida que aprendamos a ser más incluyentes, es decir, que se encuentren respuestas específicas a las peculiaridades de cada quien, más cerca estaremos del grado de diversidad en el que la universidad puede ser fructífera e indispensable. Soñamos así con una universidad diversa, es decir, una verdadera universidad".